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A 50 años del asesinato de Martin Luther King: la vida del hombre que soñó con el fin del racismo

La resistencia no violenta. Los cambios en la sociedad norteamericana. Su famoso discurso: "Tengo un sueño".

04 Abril de 2018 09:30
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El 4 de abril de 1968, a los 39 años, al cabo de una larga, dolorosa y fructífera lucha por los derechos de la comunidad negra norteamericana, el reverendo bautista Martin Luther King fue asesinado. Para la Justicia estadounidense, el único de sus asesinos fue James Earl Ray, un hombre que actuó solo, sin que nadie se lo pidiera. Pero nadie creyó en esta versión de los hechos. La historia de King, un líder extraordinario que dio su vida por los suyos, se da en un marco de aberrante discriminación y persecución racial que sacudió y sacude, aún hoy, a los Estados Unidos. 

Martin Luther King fue asesinado el cuatro de abril de 1968.

Fue un pequeño acto, fue un gran acto de dignidad lo que empezó a cambiar la historia. El 1° de abril de 1.955, el chofer del autobús en el que viajaba le pidió a la señora Rosa Parks que se levantara del asiento que ocupaba, para que pudiera sentarse en él un pasajero blanco que acababa de subir. La señora Parks dijo: No". Las leyes de entonces la obligaban a ceder su asiento y trasladarse a la parte de atrás del autobús. Pero la señora Parks dijo No. El conductor llamó a la Policía. La señora Parks fue arrestada. El reverendo King, pastor en una iglesia de Montgomery, se puso a la cabeza de un boicot contra los autobuses, junto con el pastor Ralph Abernathy y el activista Edgar Nixon. El boicot duró 382 días: un año y 17 días durante los cuales ninguna persona de color se subió a un autobús. Caminaron todo lo que fuera necesario por su dignidad, hasta que el 13 de noviembre de 1.956, la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró ilegal la segregación racial no sólo en autobuses, sino también en toda clase de lugares  públicos. La lucha fue durísima: a lo largo de ese año la casa de King fue atacada con bombas incendiarias, así como varias iglesias de la comunidad afroamericana, y la casa del pastor Abernathy. Pero el triunfo fue un hito en la lucha por los derechos civiles. Ya nada sería igual.

A raíz de ello, en 1957, King participó de la  Southern Christian Leadership Conference (SCLC), conocida como Conferencia de Líderes Negros del Sur sobre el Transporte e Integración No Violenta). Pronto se convirtió en un líder de la desobediencia civil de relevancia mundial. Se calcula que a lo largo de su vida pronunció alrededor de 2.500 discursos llamando a la resistencia pacífica contra la opresión racial, exigiendo leyes igualitarias e iguales oportunidades para su comunidad. Parece extraño decirlo hoy, pero cuando King comenzó su lucha, los negros no tenían, siquiera, el derecho al voto garantizado. 

En 1.958 sufrió su primer atentado: fue apuñalado por Izola Curry, una mujer negra desequilibrada que lo acusaba de ser comunista. El cortapapeles afilado con el que lo atacó le pasó muy cerca de la aorta. Salvó su vida de milagro. 

Fueron años de militancia, de intenso activismo. En Albany, en Birmingham, en Washington DC. Años de ser detenido una y otra vez y sometido a estricta vigilancia y espionaje por el FBI que entonces dirigía el todopoderoso John Edgar Hoover. En Birmingham, una de las infames "capitales" de la segregación racial en los Estados Unidos, animó sentadas en restaurantes, movimientos en bibliotecas, manifestaciones pacíficas que se multiplicaban una y otra vez con el fin de obligar a negociar a las autoridades locales. La segregación, desde luego, no se daba sólo desde el Estado: no había empleo para los negros excepto en limpieza y cosas por el estilo. Los discriminadores no estaban sólo en el Estado: básicamente, buena parte de la población blanca lo era. 

Birmingham fue una de sus principales y más duras batallas no violentas. Todos presos, una y otra vez. No sólo los líderes de la resistencia: mujeres, niños, no importaba. El triunfo, finalmente, llegó, con la renuncia del alcalde y el jefe de policía y un nuevo cambio en las leyes.

En 1963, el reverendo King organizó la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad. Acudieron no menos de 250 mil personas. Fue entonces cuando pronunció su famoso discurso: "I Have A Dream" (véase abajo), que se grabó a fuego entre los hombres de buena voluntad del mundo.

En  1.964 trasladó su lucha a Florida, donde apenas seis niños habían sido admitidos en las escuelas de origen blanco. La represión brutal, las agresiones de la población blanca y el encarcelamiento de los manifestantes dieron origen a la firma del Acta de los Derechos Civiles, que puso fin, al menos en la fría letra de las leyes, a toda clase de segregación racial. En diciembre, el reverendo recibió el Premio Nobel de la Paz. Donó el dinero recibido al movimiento de Derechos Civiles. 

De nuevo en Montgomery, en Chicago, contra la guerra de Vietnam y hasta en solidaridad con los movimientos de liberación latinoamericanos, King nunca dejó de marchar y de luchar, no sólo por los derechos humanos de su comunidad, sino por los de otras minorías. También le dio una dimensión socioeconómica a su lucha cuando impulsó que el Congreso firmara una "Declaración de los Derechos Humanos del Pobre".  En marzo de 1.968 acompañó a los basureros del Mississipi en una protesta para que ganaran lo mismo que sus compañeros blancos. El 4 de abril fue asesinado: su muerte desató una ola de motines y disturbios a lo largo de los Estados Unidos. La violencia duró cinco días. Unas 300 mil personas asistieron a sus funerales. Las autoridades de Chicago le dieron la razón a los basureros. La humanidad perdió a uno de sus grandes hombres: en apenas 13 años de militancia, su lucha y su liderazgo ayudaron a revertir siglos de una opresión que avergonzaba a su país y al mundo.  

"Tengo un sueño": su histórico discurso

Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este sagrado lugar para recordar a América la urgencia impetuosa de ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de Democracia; ahora es el momento de salir del obscuro y desolado valle de la segregación al camino alumbrado de la justicia racial; ahora es el momento de sacar nuestro País de las arenas movedizas de la injusticia racial, a la piedra sólida de la hermandad; ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"

Nunca podremos estar satisfechos mientras que el Negro sea víctima de horrores indescriptibles de brutalidad policial; nunca podremos estar satisfechos mientras que nuestros cuerpos, pesados por la fatiga de viajar, no podemos alojarnos en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades; no podremos estar satisfechos mientras que la movilidad básica del Negro es de un ghetto pequeño a uno más grande; nunca podremos estar satisfechos mientras que nuestros hijos están despojados de su personalidad y robados de su dignidad por un letrero escrito "Sólo Para Blancos," no podremos estar satisfechos mientras que el Negro de Mississippi no pueda votar y el Negro de New York crea que no tiene nadie por quién votar. No! No, no estamos satisfechos, y no estaremos satisfechos hasta "que la justicia corra como el agua y las virtudes como una poderosa corriente".

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Martin Luther King

Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"

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