25 Junio de 2025 17:13

En un episodio digno de una novela de realismo mágico, 702 personas se alzaron en un acto colectivo que mezcla lo épico con lo insólito: enviaron correos electrónicos al Tribunal Oral Federal 2 solicitando autorización para visitar a Cristina Fernández de Kirchner en su prisión domiciliaria.
¿El motivo? Mostrar su apoyo a la ex presidenta, quien cumple su condena en su departamento del barrio porteño de Constitución. Sin embargo, esta cruzada digital no fue recibida con la misma emoción por los jueces, quienes, entre teclados saturados y bandejas de entrada colapsadas, dejaron en claro que no habrá respuestas.
Todo comenzó cuando Gregorio Dalbón, abogado de la ex mandataria publicó en su cuenta de X el correo electrónico oficial del tribunal. En su mensaje, Dalbón animó a los seguidores de Cristina Kirchner a enviar sus solicitudes para visitarla, calificando las restricciones impuestas como si se tratara de una "reclusa peligrosa". Y como si estuvieran convocados por un llamado celestial, los fieles seguidores de la líder peronista no tardaron en responder al llamado.
El resultado: una avalancha de correos electrónicos que inundaron la casilla institucional del tribunal. Según el informe oficial emitido por la secretaría del Tribunal, entre las 18:00 horas del lunes y las 15:30 horas del día siguiente, se contabilizaron exactamente 702 mensajes. Cada uno de ellos contenía una petición formal para ingresar a la casa de Cristina.
Sin embargo, más allá de las buenas intenciones y el fervor militante, los jueces Jorge Gorini y Rodrigo Giménez Uriburu no tardaron en emitir una resolución que dejó claro que este tsunami digital no cambiará las reglas del juego. La normativa establece que es la propia Cristina Kirchner quien debe solicitar autorización para que alguien la visite, proporcionando los datos específicos de cada persona.
En otras palabras, los correos demostrando amor y admiración no bastan y las personas deberán pasar por el filtro oficial de la ex presidenta y su equipo legal. Lo cierto es que este episodio no es solo un choque burocrático; es también una muestra del poder del activismo digital y la devoción que Cristina Kirchner sigue despertando en ciertos sectores del campo nacional y popular.
Mientras tanto, en los pasillos judiciales se debate sobre los límites de las visitas permitidas a la ex mandataria. Cuando se le concedió la prisión domiciliaria, se estableció que familiares, custodios, médicos y abogados podían visitarla sin necesidad de autorización previa. Para cualquier otra persona, era indispensable contar con el visto bueno del tribunal. Sin embargo, los abogados de Cristina han cuestionado esta restricción y buscan flexibilizarla, ya sea mediante una reconsideración o apelando a instancias superiores. Es que ni a los militares genocidas de la última dictadura militar se les restringen las visitas.
Entre tanto protocolo y formalidad legal, lo cierto es que el gesto de los 702 seguidores de Cristina Kirchner quedará como una anécdota peculiar en la historia argentina. Queda claro que el fervor político puede tomar formas inesperadas y hasta poéticas: cientos de mensajes electrónicos enviados en nombre de una causa común.