por Jimena Báez
27 Junio de 2025 13:05
Había una vez un niño que nació bajo una carpa multicolor, con olor a pasto húmedo, risas de fondo y ecos de aplausos que rebotaban en su pecho como latidos. Ese lugar —hecho de sogas tensadas, telones brillantes y caravanas rodantes— fue su primera casa, su primera escuela, su primer escenario. Ese niño era Flavio Mendoza.
Desde entonces, su vida fue un acto de equilibrio constante: entre luces y sombras, esfuerzo y brillo, caídas y vuelos. No era un niño cualquiera. Era hijo de trapecistas, nieto de artistas nómades, heredero de una tradición que mezcla el riesgo con la belleza. Y con el tiempo, ese niño se convirtió en un creador incansable, un bailarín de los imposibles, un soñador que nunca dejó de creer en la magia.
Hoy, a sus 49 años, Flavio vuelve a poner el alma en un nuevo espectáculo que promete emocionar, sacudir y hacer volar a quien se atreva a entrar. Abre tus alas, su más reciente obra, aterrizó en el predio de Puerto Madero (Av. Elvira Rawson de Dellepiane 1), y ya empieza a desplegar su hechizo.
En medio de los últimos ensayos, con brillos en el aire, pruebas de vestuario y luces que se afinan como violines, BigBang conversó con el artista: "Es un show increíble. Ya lo debuté en el verano en Córdoba, después hicimos Santa Fe con un éxito impresionante. Y bueno, ahora acá, a conquistar Buenos Aires, que es el lugar donde uno siempre nace con los shows a veces, ¿no? Yo hice al revés: lo hice nacer en Córdoba y lo traemos ahora para Buenos Aires", contó con una mezcla de orgullo y ansiedad.
Flavio no necesita inventar historias fantásticas: su propia vida ya lo es. En múltiples entrevistas recordó sus orígenes: "Mi mamá era trapecista, mi papá trabajaba en el circo, mis abuelos también. Yo me crié ahí adentro. Mi escuela fue el circo". Y de ese mundo sin lujos pero con pura magia, pasó a escenarios de teatro, pantallas de televisión y producciones deslumbrantes.
Fue bailarín, coreógrafo, productor. Se lo aplaudió en la Avenida Corrientes, se lo vio llorar en la tele y también resurgir. Vivió pérdidas, enfrentó discriminación, conoció la soledad, pero siempre eligió el arte como refugio. En 2018, su historia dio un giro luminoso con la llegada de su hijo Dionisio. "Él me dio un nuevo sentido", confesó. Desde entonces, sus obras también hablan de amor, familia y libertad.
Abre tus alas no es un simple show de circo: es una travesía emocional con efectos de agua, humo, nieve, burbujas y escenarios hidráulicos. "A veces uno piensa algo y después la parte técnica es una parte compleja de hacer. Pero a la vez es apasionante, es lo que más me gusta", dijo el entrevistado, reconociendo el desafío detrás de cada escena.
La historia del espectáculo gira en torno a tres cazadores de tormentas que recorren paisajes internos y externos en busca de algo más profundo: "Hay tormentas que van a venir y son inevitables. Algunas peores, otras más leves. Pero este show cuenta eso. Y el final es muy reflexivo. Me gusta cuando el espectáculo pasa por esas áreas donde todo el mundo se queda en silencio absoluto. Me parece que eso llega mucho al corazón", reveló el productor artístico.
La emoción es el eje. Flavio no se conforma con lo "pochoclero": "Este es un show donde pasás por todas las emociones. Te reís, tenés adrenalina, miedo, y también te emocionás. A mí me gusta cuando un show te emociona. Me parece que eso es importante: dar un pequeño mensaje".
Cada tormenta en escena es una excusa para desplegar maravillas: hay acrobacias aéreas que cortan el aliento, coreografías milimétricas, bailarines que parecen flotar y criaturas fantásticas que emergen entre humo y burbujas. Lluvia artificial, nieve cayendo sobre el público, proyecciones en pantallas gigantes y efectos especiales sincronizados con la música convierten cada número en un hechizo visual. Todo está pensado para que grandes y chicos se sientan dentro de un sueño que —por unos minutos— parece real.
Con la ternura que despierta Dionisio y la exigencia que impone su rol de director, Flavio también reflexionó sobre su faceta de padre: "Con Dio soy súper paciente. Pensé que no iba a serlo, pero tengo una paciencia... porque sé que es un niño, tiene que tener un proceso. En cambio con el elenco no, les digo: 'Escuchame, ya hace años que trabajamos juntos, somos profesionales'". Y aunque su hijo nació rodeado de luces y vestuarios, eligió otro camino: "Me salió futbolero, le gusta mucho más el fútbol que todo lo artístico. Pero me encanta que tenga su propia personalidad".
El telón se abre una vez más para Mendoza. El niño del circo que soñaba con volar, hoy invita al público a hacerlo con él: "No se lo pueden perder. Es un espectáculo para toda la familia. Lo que más me gusta es ver a toda la familia reunida viendo un gran show", cerró.
Y cuando cae el telón y el último aplauso se funde con el silencio, Flavio Mendoza se queda solo en el centro de la carpa. No para saludar, sino para abrir su corazón; como un narrador que entrega la última página, libera sus propias tormentas frente al público: "Me di cuenta que tan importante es el tiempo. Porque la vida es un tiempo, no dejemos que pase volando frente a nosotros", dijo con la voz entrecortada.
"Nos pasamos el día esperando la noche, toda la semana esperando el viernes, todo el año esperando las vacaciones... y esperamos toda la vida para ser felices", agregó, como quien despierta a alguien dormido en el afán rutinario. Y finalmente, dejó volar su verdad: "A veces las tormentas de la vida vienen para sanar el corazón. De vez en cuando viene bien que venga un vendaval y que se lleve todo lo que alguna vez nos hizo mal. Pero hay algo de lo que estoy seguro y es muy importante: no se puede atrapar el tiempo, ni tampoco nuestras tormentas".
Entonces, el niño que nació en una carpa, el Flavio Mendoza que convirtió su historia en un acto de magia, se despide... por ahora. Y colorín colorado... este cuento encantado está lejos de haber terminado.