26 Diciembre de 2025 13:44
El relato oficial de recuperación económica chocó en noviembre con un dato difícil de disimular: el consumo volvió a caer. El Indicador de Consumo (IC) elaborado por la Cámara Argentina de Comercio y Servicios mostró una contracción interanual de 2,8% y un retroceso desestacionalizado de 1,3% respecto de octubre, cortando la racha de subas que había predominado durante buena parte de 2025. La señal es clara: el rebote empieza a perder fuerza y el ajuste vuelve a sentirse en los hogares.
El informe confirma que el freno del consumo no responde a un solo factor. En noviembre, el ingreso nominal promedio por hogar se estimó en $2.582.000, pero al descontar la inflación el poder adquisitivo mostró un leve retroceso mensual. Es decir, los salarios y los ingresos dejaron de ganarle a los precios, incluso en un contexto donde el Gobierno insiste en exhibir estabilidad macroeconómica.
La inflación, lejos de estar controlada, volvió a jugar un papel central. Según el Índice de Precios al Consumidor del INDEC, noviembre registró una suba de 2,5%, el tercer mes consecutivo por encima del 2%. En términos interanuales, los precios acumularon un alza del 31,4%, mientras que la inflación acumulada del año alcanzó el 27,9%. La estabilidad prometida se tradujo, en la práctica, en una meseta inflacionaria que erosiona los ingresos y enfría el consumo.

El análisis sectorial deja al descubierto una economía cada vez más desigual. El crecimiento de indumentaria y calzado, con una suba interanual de 16,8%, funcionó como un espejismo estadístico: se explicó casi exclusivamente por la bajísima base de comparación de 2024, cuando ese rubro había caído más de 12%. Algo similar ocurrió con recreación y cultura, que creció 5,2% tras un año previo muy negativo. En contraste, los gastos estructurales de las familias mostraron caídas: transporte y vehículos retrocedieron 2% y vivienda, alquileres y servicios públicos bajaron 0,6%, reflejando el impacto directo del ajuste tarifario y del encarecimiento del costo de vida.
Más preocupante aún es el comportamiento del consumo masivo. Los bienes de primera necesidad apenas cayeron 0,1% interanual, pero en términos desestacionalizados se desplomaron 1,8% respecto de octubre. La lectura es contundente: las familias compran menos alimentos y productos básicos, incluso cuando algunos indicadores macro muestran signos de crecimiento. El consumo cotidiano, el que define el termómetro social, sigue sin recuperarse. El crédito, uno de los pilares que había sostenido la demanda durante los últimos meses, también empezó a mostrar signos de agotamiento.
Tras casi dos años de crecimiento real, las tarjetas de crédito y los préstamos personales entraron en una fase de estancamiento. El crédito hipotecario y prendario, exhibido por el Gobierno como símbolo de normalización económica, perdió dinamismo y dejó de traccionar con la fuerza de meses anteriores. La expansión del consumo financiado empieza a chocar con el límite del endeudamiento de los hogares. Aunque la CAC señala que tanto el consumo como la actividad económica crecieron durante gran parte de 2025, también advierte que esa mejora se apoyó en una base de comparación muy baja, correspondiente al derrumbe de 2024.

De hecho, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) ya había mostrado en octubre una caída desestacionalizada de 0,5%, anticipando el freno que ahora se refleja con claridad en el consumo. El escenario que se perfila hacia el cierre del año deja poco margen para el optimismo. Con inflación persistente, ingresos reales estancados y crédito en retroceso, la supuesta recuperación empieza a mostrar grietas. Bajo la gestión de Javier Milei, el ajuste volvió a trasladarse al consumo cotidiano, ese que no se corrige con estadísticas ni con discursos, sino que se siente todos los días en la mesa de los hogares argentinos.

