23 Junio de 2025 11:20
Una tarde de fútbol se convirtió en un calvario sin sentido para Dylan Vergara. El mediocampista de 25 años del club Real Pilar jamás imaginó que ir a alentar a sus compañeros desde la tribuna sería el principio de su peor pesadilla. En un giro absurdo e inexplicable, terminó detenido por un intento de homicidio que jamás cometió, acusado erróneamente por un sistema que debería haberlo protegido. Todo ocurrió el pasado domingo, en el estadio Alfredo Ramos, donde Comunicaciones recibió a Real Pilar por la fecha 20 del Torneo Apertura de la Primera B Metropolitana. Dylan, que no había sido convocado para jugar, quiso acompañar a su equipo como un hincha más.

Pero el sistema de control "Tribuna Segura" marcó su nombre con una orden de captura activa. Minutos después, la Policía lo esposaba sin entender razones ni aceptar explicaciones. La acusación era tan grave como disparatada: intento de homicidio con arma de fuego ocurrido el 21 de diciembre en Llavallol. El pedido de captura, firmado el 28 de enero por el Juzgado de Garantías N°3 de Lomas de Zamora, se sostenía en una coincidencia de nombre y una imagen generada por el sistema de reconocimiento facial del RENAPER, que lo confundió con el verdadero sospechoso. "Lo detuvieron por una foto que no se parece en nada a él", denunció con impotencia Agustina Barreiro, su novia, que desde el primer momento emprendió una carrera contrarreloj para demostrar la verdad.

Vergara fue trasladado a la Comisaría 4ª de Llavallol, donde permaneció cinco días detenido, encerrado en una celda por un crimen del que no sabía absolutamente nada. Mientras tanto, su familia y pareja demostraban que el día del hecho él estaba en Entre Ríos de vacaciones, muy lejos de la escena del crimen. Pasajes de colectivo, comprobantes de hospedaje, registros horarios: cada papel fue una pieza del rompecabezas que terminó por demostrar su inocencia. La defensa presentó las pruebas y, finalmente, el jueves por la tarde, el juez Gustavo Gaig ordenó su liberación inmediata. La rueda de reconocimiento también había sido negativa.
Todo estaba claro: Dylan Vergara era inocente. Siempre lo fue. El club Real Pilar, que milita en la Primera B Metropolitana, anunció su regreso con un mensaje de alivio: "Estamos muy contentos de que Dylan haya podido demostrar su inocencia y dejar a resguardo su buen nombre y honor", escribieron en sus redes sociales, junto a un agradecimiento a la comunidad que apoyó al jugador. Pero el alivio no borra el horror.
Dylan habló después de su liberación y no pudo ocultar el impacto emocional que sufrió: "Me acusaron de algo totalmente erróneo. Sabía que era inocente, pero mientras los días pasaban, se me venía lo peor a la cabeza. No la estaba pasando bien y me hacía miles de preguntas", confesó en diálogo con La Unión. El joven futbolista, oriundo de Temperley, ya retomó los entrenamientos pero sabe que la marca que dejó esta experiencia no se borra con una disculpa o una firma judicial. "Fue algo muy fuerte lo que me pasó. Voy a buscar ayuda psicológica para poder procesarlo", contó con honestidad.
Lo que le ocurrió a Dylan es más que un "error". Es una advertencia. El sistema de reconocimiento facial del RENAPER, supuestamente diseñado para mejorar la seguridad, lo identificó erróneamente a partir de una imagen proporcionada por la víctima del hecho real. Ni las diferencias físicas ni las pruebas documentales inmediatas evitaron que un joven inocente quedara preso por casi una semana. Se trató, en definitiva, de una detención basada más en la frialdad de un algoritmo que en el sentido común. Una tecnología que no distingue matices, ni conoce historias, ni repara en consecuencias humanas. Una foto que no era suya bastó para dejarlo entre rejas.

La causa original por intento de homicidio continúa en trámite. Dylan ya no figura como sospechoso, pero el daño ya está hecho: cinco días en prisión, un nombre manchado sin pruebas, y una experiencia traumática para un joven que solo quiso alentar a su equipo. Mientras busca apoyo emocional para seguir adelante, Dylan también espera una explicación formal. No se trata de venganza, sino de justicia. Vergara ya está en libertad. Pero el recuerdo de esa celda no se va tan fácil. Y lo que vivió —lo que sufrió— debe servir de ejemplo para que nadie más pase por lo mismo. Porque la justicia no puede funcionar como una ruleta.

