01 Mayo de 2025 11:39

La tierra removida apenas a mil metros de su casa fue la tumba improvisada de María Maidana. Tenía solo cinco años y una historia tan breve como brutal. Su cuerpo apareció dentro de una bolsa de arpillera, enterrado a escasos pasos del hogar en el que vivía con su madre y su padrastro, los mismos que hoy están detenidos, acusados de su muerte. La Justicia aún no pudo confirmar cómo murió. Pero en el pueblo, nadie duda de que fue asesinada.
El caso sacudió a Formosa y al país entero por la crudeza de los hechos, la frialdad de los implicados y la lenta revelación del espanto. A semanas del hallazgo, el drama de María no deja de escalar en detalles oscuros. "Le tenía terror al padrastro", dijo José Luis Quintana, su padre, quebrado por el dolor y la impotencia, en una entrevista con Radio Sudamericana. Esa frase se repite como un eco desesperado mientras la investigación intenta reconstruir los últimos días de la nena.
Según relató Quintana, hacía tiempo que el contacto con su hija era escaso, casi nulo. "La familia de ella no me quería. Después de que se mudaron al Colorado, no me dejaron verla más. Yo llamaba, pero siempre había una excusa. Que estaba en casa de un pariente, que no estaba, que llamara después. Yo sabía que me estaban mintiendo", dijo.
Las sospechas comenzaron cuando la abuela materna de María se presentó en un destacamento policial de la zona. Llevaba días sin saber nada de su nieta y los vecinos comentaban que no la veían desde hacía tiempo. Entonces la maquinaria judicial comenzó a moverse. Fue lenta, pero efectiva. Las versiones de la madre eran cada vez más contradictorias: primero dijo que la niña estaba con una tía, luego que había caído al río Bermejo. Finalmente, se quebró y reveló la verdad.
Contó que la nena había muerto de un supuesto infarto. Que se asustaron. Que la enterraron. Pero el padre de María lo tiene claro: "Para mí, a mi hija la mataron". Los detalles que se conocieron en los días siguientes solo oscurecieron más la escena. Durante los allanamientos, la Policía encontró armas, manchas de sangre, una pala, y sábanas que están siendo analizadas por la Policía Científica.
También se descubrió que el padrastro tenía una causa judicial previa por violencia de género, aunque no por maltrato infantil. Ninguno de los dos había denunciado la desaparición de la menor. La fiscal Natalia Tafetani, a cargo de la investigación, fue tajante: "Están privados de su libertad porque eran los encargados del cuidado de la menor y no denunciaron su desaparición. Además, dieron distintas versiones para desviar la investigación".
La autopsia no logró establecer una causa concreta de muerte. El cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición. Se tomaron muestras de órganos y tejidos para estudios complementarios, cuyos resultados podrían demorar semanas. Mientras tanto, la familia del padre se abraza al reclamo más urgente y humano: justicia. El drama también puso de relieve el abandono institucional. María no iba al jardín hacía días y nadie dio aviso.
El entorno familiar era conflictivo, pero no había seguimiento del Estado. En los papeles, nada hacía prever una tragedia. En la práctica, la violencia se había instalado hacía rato. "María tenía miedo", repiten todos. Tenía miedo y tenía cinco años. No hubo aviso, ni intervención, ni auxilio. Solo silencio. Hasta que la tierra habló. Hoy su papá clama por la verdad. Ya no busca respuestas, porque las intuye. Quiere que alguien pague. Que no haya impunidad. Que el nombre de su hija no sea una estadística más.