09 Diciembre de 2025 09:38
Un lunes feriado, Buenos Aires en modo pausa... excepto por un barrio que parecía latir con su propio pulso: Liniers. Allí, el Estadio José Amalfitani se transformó en una marea de brillos, pelucas violetas, caderines y miles de gargantas listas para aullar. Shakira volvió a la Argentina, y la ciudad entera pareció ajustar su energía para recibir a la loba más famosa del pop latino en la primera de sus tres noches agotadas en Vélez, producidas por Fénix Entertainment.

Ya a las 19.30 el estadio estaba casi completo cuando Ángela Torres abrió la noche con la potencia que la caracteriza. La joven artista, emocionada y agradecida, regaló varias canciones de No me olvides y dejó la vara tan alta que el público apenas podía contener la ansiedad por lo que venía. Y entonces, a las 21.30, ocurrió: Shakira emergió por el medio del campo, rodeada por fans que la escoltaban como si atravesara un mar humano. El estadio estalló. "La fuerte" marcó el inicio de un show que desde el primer minuto fue una fiesta sin respiro. "Lo que tengo con Argentina es una historia de amor", dijo, y ya nadie dudó: aquella noche iba a ser inolvidable.
Una pantalla gigantesca recorriendo el largo total del estadio, un escenario móvil que la llevaba de punta a punta, fuego, efectos, un robot en "Te felicito" y un sincronizado ejército de bailarines acompañaban la energía aparentemente inagotable de Shakira, que durante más de dos horas y media no aflojó jamás. Cada sector del estadio fue visitado por la cantante, y cada hit llegó con producción propia: de las fanáticas con pelucas violetas en "La intuición", al estallido colectivo con "Estoy aquí", "Girl Like Me", "Inevitable" y "Don't Bother". Incluso desplegó una versión poderosísima de "Suerte", bailando con dagas entre llamas, en homenaje a sus raíces libanesas.
Hubo un momento en el que el tiempo pareció detenerse. Las luces bajaron, la emoción subió y, de pronto, la imagen de Gustavo Cerati apareció en las pantallas gigantes. Shakira comenzó "Día especial", y miles de personas quedaron inmóviles, con la respiración contenida. Lo que vino después fue único: Shakira miró la pantalla con la ternura de quien canta junto a un amigo que ya no está, y Vélez entero explotó en un grito unánime: "¡Cerati, Cerati, Cerati!"
Incluso quienes habían ido a bailar terminaron con lágrimas en los ojos. La colombiana alternó baladas cargadas de emoción -"Acróstico", "Antología", "La pared", "Día de enero"- con explosiones de baile como "Hips Don't Lie", "Chantaje", "Monotonía" y "Waka Waka". Hubo pogo, hubo saltos coreografiados, hubo fuego, hubo una orquesta del Teatro Colón sobre el escenario para "Última", y hubo un público que no quería que el recital terminara nunca. En un momento de pausa, antes de seguir con el ritmo furioso, dejó una reflexión que explotó especialmente entre las mujeres del estadio: "El amor al otro es bonito, pero el amor propio es más bonito todavía".
Al interpretar "Soltera", subida a una gigantesca "S", el estadio vibró en clave de libertad y empoderamiento. Cuando parecía que el show había terminado, una loba gigante comenzó a erguirse en el centro del escenario y sobre las pantallas apareció un decálogo tan poético como irónico: "Una loba no codiciará los bienes ajenos... ¡claramente!", lanzó Shakira, guiñándole un ojo a Piqué y desatando una carcajada general.
El estadio aulló -literalmente- durante "Loba", y la energía llegó a su punto máximo con la catártica "BZRP Music Session Vol. 53", convertida ya en himno global. No conforme con eso, bajó del escenario, abrazó fans, cantó apoyada en las vallas y compartió la fiesta final bañada en una lluvia de "dólares" ficticios que llevaban su cara. Porque sí:
"Las mujeres ya no lloran. Las mujeres facturan". Shakira volvió a demostrar por qué es un fenómeno cultural global: magnetismo escénico, voz intacta, despliegue monumental, sensibilidad, poder y, sobre todo, una conexión emocional con el público argentino que no se fabrica: se siente.

